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Arlis Andrés Milán Mosquera

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Bienvenida

Bienvenido/a a este artículo, espero que lo disfrutes. Aquí podrás encontrar información sobre el escritor Chocoano Arlis Andrés Milán Mosquera y algunos de sus interesantes escritos.

Gracias por su atención.

Conociendo al escritor

Arlis Andrés Milán Mosquera nació en (Condoto, Choco) cursó sus estudios básicos en Luis Lozano Scipion colegio ubicado en Condoto donde desarrolla su amor por la lectura y escritura, realizó estudios de pregrado y posgrado  en la enseñanza y el bilingüismo en la Universidad Santiago de Cali. En el año 2015 decidió cursar su maestría en ciencias de la educación con énfasis en el bilingüismo en la universidad del Quindío, actualmente realiza un doctorado en la universidad de Cuauhtémoc México. 

Ha sido docente de varias universidades en la ciudad de Cali, en la actualidad se dedica a escribir, estudiar y a enseñar en la I.E Eustaquio Palacios donde tiene un proyecto de escritura creativa  en el cual en sus obras quiere proyectar valores universales.  Ha publicado cuatro libros: “Cuentos para soñar y no querer despertar” , “Pablo, una vida, una mujer, una oportunidad”,  cuentos de aventuras y Kamala. Él manifiesta que la vena literaria fue heredada de su abuelo Agustín Mosquera.

El libro "cuentos para soñar y no querer despertar" inicio en el año 2017 mientras el docente Arlis Milán relataba sus cuentos a los estudiantes en busca de críticas constructivas para mejorar, algunos de los capítulos que destaca son "el niño que se robo el gran anillo" en el cual se relata la historia de un niño a quien acusan de haber hurtado un anillo de oro, su libro nos deja muchas enseñanzas interesantes para reflexionar, además de que están basadas en algunas anécdotas de su infancia y otros parten de su imaginación.

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ALGUNOS DE SUS ESCRITOS

INTRODUCCIÓN

 

La vida a veces nos juega limpio, pero en algunas ocasiones

pensamos que nos juega una mala pasada, y no porque en

sí misma ella sea mala o buena, sino porque adquirimos com-

portamientos y destrezas, fortalecemos nuestro pensamiento

divergente o lateral y buscamos sueños a partir de lo que hace-

mos y la formación que nos dan en la escuela y hogar, y muchas

veces la educación recibida por nuestros padres no nos ayuda a

servirle a la sociedad; por el contrario, nos empuja a hacer daño

y a profanar la vida de seres que era nuestros semejantes, pero

que no eran culpables de nuestra criticable crianza. Esta es la

historia de Pablo, el hombre que sufre algunas transformación-

nes y con ellas afecta a muchos a su alrededor.

 

Hoy en día no es suficiente criar a los hijos con juegos, con

celulares, con ciclas, con reggaetón, con televisión, con deporte

o con artes, sino que también existe la necesidad de imprimir-

les sabiduría, conociendo en nuestros hijos, nietos, o sobrinos

para saber cómo tratarlos. en algunas ocasiones, el carácter era

necesario para que ellos modifiquen su pensar; sin embargo,

podemos caer en la demagogia de los padres que sufren porque

sus hijos no alcanzan a dimensionar lo que hacen por ellos, al

punto de subvalorar todo y no darle importancia a nada, y este

problema está revestido en la educación que les damos, pues

hemos asumido una posición muy cómoda: darle todo a los hi-

jos, no obstante, le brindamos menos tiempo y ejemplo para

que ellos conozcan de la vida.

 

Muchos dicen dar tiempo de calidad, pero lo que hacen es

complacer al hijo en todo y permitirle hacer lo que quiera. de

esta forma, tapamos nuestra conciencia del poco tiempo que le

dedicamos. para mí, el <<tiempo de calidad>> no existe, sino que

es un sofisma para criar niños egoístas y sin aprecio a la vida o

a sus padres, solo le damos todo el dinero que más podemos

representado en electrodoméstico, juegos, ropa, zapato entre

otras cosas. Al pasar los años, algunos de los hijos dejan a los

padres y jamás se acuerdan de ellos y, en casos muy comunes,

era la justa cosecha de lo que indirectamente les han infundido;

reconocer ciertas cosas como las más importantes, pero dejan-

do atrás lo que era verdaderamente nodal, que era el formar

un ser íntegro. no obstante, para esto no existe magia, pero si

dios, inteligencia, sabiduría, sentido común y el pensar en el

futuro de la humanidad. no se trata de subestimarlo y consi-

derarlo una persona con limitaciones a la que le debemos com-

prar todo, se trata de decirlo <<no>> en ciertas ocasiones para

que sienta que sus palabrar no siempre son órdenes con lo que

ellos considerarán el esfuerzo de los demás como relevante y

reconocerán que muchas cosas ganan y casi nada se regala.

 

 

            Autor: Arlis Andrés Milán Mosquera

El señor con el pie grande 

 

 

En cierta región del mundo la gente solía ser muy gentil, amable, jovial y se divertía de las cosas triviales que acontecían ahí; en este pueblo se podría hablar del más loco, del más tierno, del más generoso; de la señora que más reza, del policía injusto, del dueño de la tienda; del señor que cambió de género, de la viejita que visita a todo mundo, en fin, en este pueblo había mucha gente que se hacía notar y su presencia causaba felicidad en muchos y en cambio su ausencia hacía que el pueblo se sintiera solitario; ah, cabe decir, que todos en el pueblo eran de pocos recursos, así que no había grupos y estratos sociales diferenciados y esto permitía que todos se unieran en torno a celebrar o a llorar. 
Ernestovero era un hombre muy alto, fornido, además, con una particularidad: que sus pies eran demasiado grandes lo que llamaba la atención en ese pueblo en Colombia.
«Piegrande» le decían todos los habitantes a Ernestovero, lo cual no le molestaba, por el contrario, se sentía feliz.
Pero en cierto día donde él no podía caminar del dolor en el pie, pues por el tamaño de sus pies Ernestovero no usaba calzado por ello sufría constantemente de dolores, callosidad y la inclemente uña incrustada que ya en el pueblo decían que no tenía remedio y menos cura. Dado el dolor insoportable, una vez salió al patio y cuando pensó pisar el andén de barro un niño que pasaba corriendo lo pisó exactamente en el pie enfermo. Ernestovero gritó tan fuerte que los vecinos de otros municipios cercanos salieron a ver qué había pasado, pero no veían nada; claro, había sucedido a 27 kilómetros de ese pueblo. En los otros pueblos, los cuales estaban a más de 17 kilómetros, se asustaron y pensaron que el mundo se acabaría. Después de un largo rato llegó la información que un vecino de otro pueblo, llamado Piegrande, había gritado de esa manera. Todo volvió a la calma en esos lugares. Sin embargo, don Ernestovero seguía con su dolor; pero no fue el único que padeció esto, el niño que lo pisó, llamado Froiland, lloró incansablemente durante tres días y sin comer. Les tocó a sus padres acudir al cura del lugar para tratar de bajarle el llanto a este niño, quien era gordito, bajito y muy inquieto. Muchos en el pueblo decían que era muy parecido a Pie Grande. El dolor del niño solo se consoló al terminarse la mañana del cuarto día. Froiland bajó en estos días cinco kilogramos y no asistió a la escuela durante dos semanas por miedo a sus compañeros. 
Ernestovero no se quedó conforme con este dolor, por lo que llamó a los padres de este niño para tratar de llegar a buenos términos, pues la herida estaba muy grande y no había remedio que le hiciera efecto. Así que llegó donde los padres y les dijo: «Yo he recaído por el accidente de su hijo. Por eso exijo una solución por parte de ustedes», a lo que el padre respondió: «Fue algo fortuito, sin intención ni dolo de cometer este error». El padre siguió: «Y, por lo tanto, no podemos reconocerle nada». La madre añadió: «Además, el niño sufrió por su ensordecedor grito. Y merecemos que usted también ayude a solucionar este impase». Piegrande se fue triste porque fue a reclamar y quedó debiendo. Cuando se dirigía a la puerta para abandonar la casa llegó el niño. Froiland agachó la cara y le dijo: «Disculpa, no fue mi intención ofenderlo» y añadió con voz de niño tierno y mimado: «¿Me perdona?». Ernestovero salió sin hablar. 
Al otro día mientras estaba en la clase de sociales y estaban hablando de los héroes colombianos que se destacaron el 20 de julio y el 7 de agosto, fiestas muy importantes en este país; por aquella época, todavía se hablaba de la historia de Colombia. En un momento de la clase, mientras todo estaba tranquilo, entró Ernestovero y dijo: «Hay otros héroes que tenemos en nuestro pueblo», y prosiguió: «Tú eres uno, Froiland, porque a pesar de que tus padres no reconocieron el hecho, tú si lo hiciste y pediste perdón». Todo el salón se puso de pie y le pusieron a Froiland «Piegrandecito» y desde ese entonces son los mejores amigos: uno de 70 años y otro de 9 años. Van a todas partes juntos, Ernestovero le enseña lecciones escolares y le ayuda con sus tareas y Froiland compra la medicina y le hace los mandados. 


Esta es la historia de los verdaderos héroes, los que convierten las dificultades en oportunidades de vida. 


Autor: arlis Milan Mosquera

Pie grande

El cuento que no fue cuento

Es común escuchar decir a la gente «usted sí tiene cuento» y esta expresión se remonta a la categoría de inventar cosas para hacer creer una realidad de la cual no existe, pero que le hace bien a la persona que la dice, es decir, tener cuento es mentir, es pretender usar una retórica en busca de un favor propio.
Punuceno era un pueblo muy hermoso al occidente de Colombia. Este pueblo tenía una manera de ser muy particular, pues a la gente y sus familiares la enterraban en sus casas. Había dos cementerios, uno para católicos y otro para evangélicos cristianos. El cementerio principal, o sea, el católico, estaba cerca de una discoteca y cerca al centro del pueblo. Estaba justo detrás de muchas de las casas; la gente era enterrada y después de muchos años cualquiera iba y miraba los restos óseos y a la comunidad le producía pánico. Eso sí, cuando alguien se moría recorría el pueblo en un acto solemne y muy serio, claro está, antes le cantaban y si era un niño le abrían los ojos y lo pasaban de mano en mano durante una o dos noches. Todos estos actos hacían sentir al doliente un poco más tranquilo. Entre más gente fuera al entierro era un acto de privilegio para los dolientes, era como una competencia: si viene más gente al entierro de mi familiar producía más orgullo… ah, y algo importante: todos los familiares y amigos se vestían de luto durante tres meses. Ellos pensaban que esto era respeto por el difunto.
Un día un señor llamado Ventechao, quien había sido asustado por el niño que aparecía en las esquinas a medianoche, después de sufrir tanto y por muchos años falleció y todo el mundo se puso muy triste porque era una persona excelsa en el pueblo. Él cantaba a los muertos y sepultaba a estos tomando aguardiente y fumando tabaco, digo tabaco, las otras sustancias psicoactivas no habían llegado a este pueblo.
La muerte de Ventechao creció como llama en un pajar y de boca en boca y todos comentaban y se preguntaban de que habrá muerto si este señor mantenía buena salud, jamás se halló enfermo, nunca fue al hospital, jamás se quejaba, y alguien dijo que a pesar de haber quedado mudo hace algunos años por haber visto al niño que aparecía a medianoche él siguió su vida casi normal.
Muchas preguntas iban y venían, pero nadie podría confirmar porque este no tenía ni hijos, ni esposa ni vivía con alguien; él era el hijo del pueblo, además le decían que todavía estaba joven porque tenía 75 años y una viejita llamada Leonisa decía que el problema no era ser viejo, el problema es estar enfermo y Ventechao era muy sano y sonreía todo el tiempo a pesar de su pobreza y vivir solo.
Llegó el gran día del entierro y cuando lo subieron al soporte o anda para llevarlo al recorrido Leonisa dijo «este hombre no está muerto. Yo no, no creo, está muy cálido y su rostro se nota vivo» a lo que el médico dijo «señora, se equivoca lo destapamos y le sacamos todo lo que tenía adentro para conservarlo más y su corazón estaba parado y su hígado no respondía, así que es difícil que no esté muerto; nadie puede vivir sin hígado, intestinos, corazón y menos sin pulmón». Leonisa se quedó callada y le dijo de manera muy categórica «está vivo», pero lo hizo con gran voz que todos se asustaron y lo dejaron caer.
El médico llamado Toño le dijo «esta viejita tiene mucho cuento y se reconoce que de ciencia no sabe nada» y permitió que lo levantaran y prosiguiera y cuando lo llevaron al frente del cementerio donde había muchos bares, alguien iba a dar un discurso, esto hacía parte de la cultura de Punuceno. Entonces comenzó el discurso «por el paso importante de este señor por la vida de todos», además, era otra de las tradiciones hablar fuerte y sin micrófono, así que Isaacs Palau prosiguió y promulgó lo siguiente: «Estamos enterrando a un gran ser humano, irremplazable y que nos hizo la vida a todos más fácil» y lo aplaudió toda la comunidad, pero de pronto un borrachito dijo: «Usted, Isaacs, tiene mucho cuento. Ventechao está vivo». La gente se sorprendió y se enojaron por echar a perder el momento.
Y alguien dijo «¿y tú cómo lo sabes?» y respondió este borrachito: «Míralo aquí» y señaló a alguien que estaba agachado le quitó la máscara a un asistente y lo presentó.
Y efectivamente era él, era él y la gente entre miedo y alegría salió corriendo, pero el médico escéptico preguntó qué sucedió y la viejita dijo «tú tienes mucho cuento. Te lo dije».
Ventechao se echó a llorar de ver que en el pueblo sí lo amaban y él confesó «yo quería saber si en realidad me amaban porque nadie me lo demostraba y fingí mi muerte para ver este momento, pues nunca nadie me lo demostró» y el médico preguntó «¿y las partes que saqué de tu cuerpo?» y este le respondió «son de un señor que murió de cáncer ayer y lo maquillé y le puse mi ropa; así los engañé, solo por saber si me querían como yo lo sospechaba, pues nunca nadie me dio un cariño» y alguien preguntó «¿cómo hablas? Si tú la perdiste junto con Regina el día que vieron al niño que se aparecía en las esquinas» y este respondió «hace tres días la recobré y estaba en el paquete de sorpresa y Regina con la que me voy a casar también la recobró» y el pueblo dijo «esta gente tiene mucho cuento».
Desde ese entonces, Ventechao y Regina hacen parte de las personas más amadas de aquella región y hoy, doce años después, sorprendentemente tuvieron un hijo y lo llamaron Difundito, en honor a su acto poco heroico pero impresionante, ¡que gente para tener cuento!

 


Autor: Arlis Milan Mosquera

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Dibujo hecho por: Joan Palechor

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Sinopsis

Dieciséis cuentos de personajes que habitan en distintos escenarios del mundo; dieciséis historias que buscan alimentar el espíritu de aquellos que, con entusiasmo por la vida y la naturaleza, buscan una razón para encontrar la magia y ser felices.

Relatos que, como en la primera obra de su autor, invitan a repensar el ambiente, los valores que requerimos como humanos para cuidar y salvar a nuestro planeta Tierra. Sí, el autor juega con lo fantástico, mostrando una gala de personajes increíbles, pero, muchas veces, como bien lo señala, la imaginación es más rápida que la verdad, por lo que se vuelve un vehículo para llegar a ella.

Cuentos de aventuras, ríos y mares sigue el estilo fabulador del profesor Milán Mosquera, ese enseñar deleitando, heredado de la tradición española.

Lanzamiento del libro Kamala
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Frases y pensamiento del escritor:

Para escribir hay que leer y tener disciplina.

Leer te acerca al conocimiento y el conocimiento es poder e incluso puede llegar a superar a la belleza física.

Quien desee escribir, arriésguese y empiece a escribir, después revisa, puede compartir su escrito a otra persona para que le ayude a corregir o le aconseje.

Un elemento presente en las obras son los valores universales como la paz, el amor, la generosidad, la gratitud, la dignidad, la bondad y valores individuales como: la perseverancia, la disciplina, el esfuerzo...

La lectura abre un espectro de posibilidades, te lleva a crear un mundo imaginario y dar vida a los personajes.

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